lunes, junio 19, 2006

Un mundo para Julius, de Alfredo Bryce Echenique


Una novela perfecta

Un mundo para Julius, de Alfredo Bryce Echenique. Buenos Aires, Planeta, 2005. 576 páginas.


Que la primera novela de un escritor logre impactar todos los sentidos del lector, convirtiendo la lectura en un deleite y una sorpresa al mismo tiempo, es un hecho excepcional.
Son pocos los autores que cimentan su carrera literaria, desde el inicio, sobre bases tan sólidas como lo hace el peruano Alfredo Bryce Echenique en Un mundo para Julius, justamente, su primera novela. Publicada en 1970 y narrada desde la perspectiva de un niño , Un mundo... va desgranando secretos, trampas, mezquindades, ambiciones, afectos y costumbres de la alta sociedad de Lima. Como un cirujano, Bryce relata el crecimiento del sensible Julius en medio de una familia adicta a los negocios, las modas, los cocteles, el golf y la falsa caridad de salón, y que ignora a sus criados tanto como a los resquicios de su propia conciencia. Bryce examina con ironía devastadora, con humor delicado, los vaivenes de los peruanos ricos y los contrasta con los temores y pudores de los peruanos pobres. Su prosa provocativa e innovadora y sus personajes brillantemente descriptos hacen de Un mundo para Julius una novela perfecta.

(c) Patricia Rodón
Publicado en Diario UNO, Mendoza, Argentina

Tierra que anda, de Jorge Boccanera


Un país que expulsa


Tierra que anda
, de Jorge Boccanera. Buenos Aires, Ameghino, 2005. 316 páginas.

Exquisito, como siempre, el poeta y periodista Jorge Boccanera propone en Tierra que anda un tema difícil, doloroso pero absolutamente necesario: cómo grandes escritores argentinos vivieron el exilio durante la dictadura, incluido él mismo. En un plural y nutritivo mosaico logra trazar un mapa del exilio de las letras argentinas a través de entrevistas a Juan Gelman, Cristina Siscar, Tununa Mercado, Osvaldo Bayer, Héctor Tizón, Nicolás Casullo, David Viñas, Pedro Orgambide, entre otros. Con ensayos, cartas, cuentos y poemas de Daniel Moyano, Ariel Ferraro, Antonio Di Benedetto y Humberto Constantini, entre los más conmovedores, completa el arduo recorrido de los múltiples duelos de quienes escribieron y describieron la Argentina desde el lugar más caliente: el cuestionamiento. Los exiliados y más o menos regresados, pero siempre lúcidos, coinciden en que Argentina es un país que expulsa.

(c) Patricia Rodón

Publicado en Diario UNO, Mendoza, Argentina

Lo irremediable, de Santiago Kovadloff


Edipo y Moisés


Lo irremediable, de Santiago Kovadloff. Buenos Aires, Emecé, 2005. 174 páginas.

Ensayista, poeta y traductor, Santiago Kovadloff (1942) es uno de los más notables intelectuales argentinos. Esta reedición de Lo irremediable. Moisés y el espíritu trágico del judaísmo, publicado inicialmente en 1996, permite comprobarlo. En este ensayo, Kovadloff se adentra en la lectura de la figura de Moisés: lo imaginario, lo simbólico, las representaciones estéticas, la utilización histórica de este personaje como construcción política de una comunidad, la judía, que necesitaba de la "existencia" de este profeta para darse una identidad. Con una prosa atractiva, el ensayista no aborda la existencia real o imaginaria de Moisés, sino que indaga en las zonas de convergencia entre lo griego y lo judío. Con la lectura de Hegel, Kierkegaard, Nietzsche, Kant, Cioran y Levinas, Kovadloff emparenta, con un enfoque muy original, las figuras de Edipo y de Moisés en un ejercicio intelectual estimulante.

(c) Patricia Rodón
Publicado en Diario UNO, Mendoza, Argentina

Vieja escuela, de Tobias Wolff


La escritura como tema

Vieja escuela, de Tobias Wolff. Buenos Aires, Alfaguara, 2006. 264 páginas.

En Vieja escuela, el narrador norteamericano Tobias Wolff ofrece una notable novela donde aparecen como personajes los escritores Ernest Hemingway y Robert Frost.
Tobias Wolff tiene con qué defender el primerísimo lugar que ocupa en la actual narrativa norteamericana. Ganador del prestigioso Premio Pen/ Faulkner por la sostenida calidad de su obra, Wolff (Alabama, 1945) se apoya en material autobiográfico para componer novelas: La vida de este chico, En el ejército del faraón y ahora, Vieja escuela.
Publicada por Alfaguara, Vieja escuela no es tan buen libro como novela en sí, sino como una sucesión de escenas narradas con una prosa excepcional. Wolff se escapa de las reglas del género para contar la historia de un grupo de jóvenes que quieren ser escritores. Alumnos de una escuela que alienta tanto las actividades creativas como las deportivas, este puñado de chicos crece en torno del descubrimiento de la literatura y de la sorpresa ante la propia escritura. Wolff traza magníficos retratos de cada uno de estos jóvenes: sus dudas, pudores, vanidades, defensas inútiles de textos y fútiles veleidades frente a la página en blanco. También retrata a los profesores en sus nimiedades, grandezas, flaquezas y capacidad de entendimiento. La agudísima mirada con que destaca a sus personajes tiene, al mismo tiempo, el poder de acercarlos al lector de una manera única. Porque los verdaderos protagonistas de esta "novela" son la escritura y sus procesos, la literatura como una de las formas de la felicidad y los escritores como héroes malditos y grandes mentirosos nunca comprendidos. En Vieja escuela aparecen como personajes el poeta Robert Frost, Ernest Hemingway y Ayn Rand. Wolff los desarma con la agudísima descripción de sus movimientos, hábitos, tics y retóricas varias. Estos escritores/ personajes se mezclan con los jóvenes e intervienen en sus vidas de una manera especial: ya sea para influirlos como para desesperarlos. En estos pasajes Wolff despliega una prosa limpia pero esplendorosa, temible pero amable. Desde el mejor realismo norteamericano, Vieja escuela hace escuela en varios sentidos. La "novela" se construye con la suma de escenas que cuentan distintas historias siempre en torno de la literatura, admirablemente escritas.

(c) Patricia Rodón

Publicado en Diario UNO, Mendoza, Argentina

La leyenda de los Otori, de Lian Hearn


Una de aventuras


La leyenda de los Otori. El suelo del ruiseñor, de Lian Hearn. Buenos Aires, Suma de Letras, 2006.312 páginas.

Lian Hearn (seudónimo de la autora inglesa Gillian Rubinstein) ha logrado en El suelo del ruiseñor, primera entrega de La leyenda de los Otori, una atrapante novela de aventuras al mejor estilo de los clásicos.
Sin época ni lugar precisables, pero con claras referencias a la cultura japonesa medieval, la autora consigue atrapar al lector en una rápida sucesión de escenas llenas de acción, trampas y conjuros, sin olvidar el heroísmo de los personajes desarrollados en el misterio de un paisaje exótico.
Como Walter Scott con las andanzas de Ivanhoe, Emilio Salgari con el exotismo de indio de Sandokan, o Edgar Rice Burrougs con su Tarzán en la oscuridad de la selva africana, Hearn se adentra en las costumbres, rituales y códigos de honor japoneses en una prosa llena de virtudes y no pocos elementos mágicos.
El suelo del ruiseñor -primer volumen de la saga que continúa en Con la hierba de almohada y El brillo de la luna- cuenta la historia del joven Takeo, un adolescente que es rescatado de una matanza por Shigeru Otori, un gran caballero heredero de una dinastía que busca vengar varias muertes. Este guerrero adopta al joven, lo educa y descubre que Takeo cuenta con el privilegio de un aguzado oído que le permite escuchar hasta el más mínimo sonido, una destreza y agilidad de movimientos que por momentos lo vuelven invisible y una singular habilidad para la pintura.
En otro lugar, Kaede, una joven heredera de otro clan, secuestrada a los siete años como prenda de cambio y botín de guerra, va creciendo y convirtiéndose en una hermosa mujer por la cual los hombres pierden, literalmente, la cabeza. En un cruce del destino y de los caminos, Takeo y Kaede se enamoran en medio de una terrible puja de intereses que más tarde terminará en decenas de muertos y en una gran batalla.
El título del libro, El suelo del ruiseñor, se debe a un determinado tipo de piso de madera de laboriosa construcción que delataba hasta la caída de una hoja sobre sus tablas. Una suerte de sutil fortaleza, hecha de sonidos y silencios, que usaban los señores japones para defenderse de los posibles asesinos que sus enemigos enviaban para concretar sus venganzas. Este suelo es el que Takeo logra vencer para comenzar a pagar su deuda de honor con su padre adoptivo.

(c) Patricia Rodón
Publicado en Diario UNO, Mendoza, Argentina

El lápiz del carpintero, de Manuel Rivas


Para la libertad

El lápiz del carpintero, Manuel Rivas. Buenos Aires, Aguilar, 2006. 208 páginas.

El lápiz del carpintero
de Manuel Rivas ha sido, desde su primera edición en 1998, alabada tanto por la crítica especializada como por importantes escritores que han disfrutado de su lectura. Y en efecto, es una novela para disfrutar intensamente. No sólo por la historia que cuenta sino por cómo Rivas resuelve técnicamente la lucha entre dos personajes antagónicos.

Con la Guerra Civil Española como contexto, el médico republicano Daniel Da Barca, preso en las cárceles franquistas, y el obsesivo guardia civil Herbal, lleno de fantasmas y rencores, entrecruzan sus vidas en la prisión, el primero privado de libertad pero no de imaginación y fuerza, el segundo privado de amor y de alegría.
La cárcel es el eje de la narración en la que conviven presos memorables como el pintor que dibujó con un lápiz de carpintero el Pórtico de la Gloria, quien, después de ser asesinado por Herbal se "instala" en su cabeza como un fantasma para hacerle ver otros aspectos de su odiosa realidad.
Lo notable es cómo Rivas consigue que sea la voz del carcelero quien vaya desgranando la historia a una prostituta pero "interrumpido" por otras voves que, también en primera persona se ponen a hilvanar escenas sueltas de los dramas personales creados por las diferencias políticas, culturales y sociales del momento.
Impregnada de poesía, la novela rezuma de esa exquisita imaginación gallega que distingue inequívocamente a los autores de esta región de España.
Fue llevada al cine en 2004 con poca felicidad por Anton Reixa.

(c) Patricia Rodón
Publicado en Diario UNO, Mendoza, Argentina

jueves, junio 01, 2006

La hora azul, de Alonso Cueto


La literatura peruana se renueva

La hora azul, de Alonso Cueto. Buenos Aires, Anagrama, 2006. 303 páginas.

Alonso Cueto es uno de los más notables escritores peruanos contemporáneos. Su obra, La hora azul, obtuvo el Premio Herralde de Novela 2005. Y es que le sobran méritos. A diferencia de sus compatriotas Mario Vargas Llosa, Alfredo Bryce Echenique y Jaime Bayly, Cueto (Lima, 1954) desentraña en sus obras la clase media peruana pero desde un lugar completamente diferente. Mientras que Vargas Llosa, realismo mediante, la denuncia en su autoritaria hipocresía, Bryce la contempla no sin cierto tono nostálgico y Bayly la destaza con una ironía autocompasiva y burlonamente mediocre, Cueto se adentra en los secretos de las familias peruanas desde lo aparentemente banal aunque trascendente. Como Raymond Carver o como antes Henry James -con quienes Cueto dialoga estilísticamente-, el también autor de Grandes miradas sitúa a sus personajes en un contexto histórico y social determinados, al cual éstos se ven obligados o no a responder. La hora azul cuenta la historia de Adrián Ormache, un exitoso y correcto abogado limeño a quien sus padres, en el momento de morir, le legan tácitos mandatos: su padre, le habla de una mujer en un pueblo de la selva peruana; su madre, le deja una misteriosa carta que también remite a esa mujer. Preso de una curiosidad creciente, Adrián se pone a investigar. Su padre había sido oficial del ejército peruano durante la guerra con Sendero Luminoso. Por sus compañeros de armas, el abogado se entera de que su padre fue un prolijo asesino, torturador y violador de mujeres, a las que después entregaba a la tropa. Excepto a una, de la que se enamoró y con la que convivió en el cuartel de Ayacucho: Miriam. Ormache se obsesiona con esta mujer y emprende una minuciosa búsqueda a través de sobrevivientes y amigos para encontrarla. Cuando la halla, trabajando como peluquera en uno de los barrios más humildes de Lima, se repite la historia, ya que, como su padre, se enamora de Miriam. A través de ella, se entera de su huida del cuartel, embarazada y desesperada; de las matanzas indiscriminadas de los senderistas y de los militares, de los múltiples abusos de ambos bandos, de la densa tristeza del pueblo que padeció ambas violencias. Basada en un hecho real, Cueto desmenuza la década del '90 peruana sirviéndose de la historia de una familia que ha mantenido un terrible secreto de la misma manera que Perú minimizó oficialmente la sangre derramada durante su guerra civil. Al tiempo que Adrián Ormache se descubre a sí mismo, Perú se revela a los ojos del lector desde sus zonas más oscuras. Alonso Cueto cuenta en La hora azul la historia de dos amores: el de una mujer y el de una patria perdidos.

(c) Patricia Rodón
Publicado en Diario UNO, Mendoza, Argentina