martes, octubre 02, 2007

El Fantasista, de Hernán Rivera Letelier


El mejor gol de la literatura

El Fantasista, de Hernán Rivera Letelier. Buenos Aires, Alfaguara, 2007. 197 páginas.

El galardonado escritor chileno Hernán Rivera Letelier logra en El Fantasista, su último trabajo, una novela desopilante protagonizada por apasionados del fútbol, capaz de encantar a los que ni siquiera se interesan por él.

Hernán Rivera Letelier es un mago de la palabra. Como el personaje central de su última novela, El Fantasista, lo es con una pelota de fútbol.
El escritor chileno (Talca, 1950) siempre sorprende y regocija. El autor de La Reina Isabel cantaba rancheras urde en El Fantasista una novela inolvidable. Con el fútbol y todas sus pasiones como excusa, Rivera Letelier construye una deliciosa historia, con una impecable estructura y un siempre audaz y preciso manejo del idioma. En El Fantasista, por cierto una novela llena de placeres, el escritor vuelve al desierto de Atacama y a la dura vida de las salitreras, en las que hombres y mujeres viven, aman y mueren como pueden. Pero antes, en la reconstrucción según el ex minero, se divierten mucho.
Coya Sur y María Helena son dos salitreras perdidas en el desierto chileno, separadas por 7 kilómetros de viento y piedras y una rivalidad enconada: la del fútbol. Los Comemuertos y los Cometierra son archirrivales, domingo a domingo los encuentros deportivos terminan en batallas campales en las que todo está permitido, menos el homicidio.
Hasta que un día llega a Coya Sur –hogar de los Comemuertos– un virtuoso de la pelota, un maestro de los “jueguitos” y un científico del artificio peloteril. La presencia forzada del “fantasista” cambiará el destino plural de este pueblo. En torno de este “Mesías de la pelota blanca” Rivera Letelier entrelaza con maestría insuperable una multitud de pequeños episodios protagonizados por una galería de increíbles personajes, entre los que destaca Cachimoco Farfán, médico loco y relator oficial de los encuentros deportivos.
Un narrador testigo y la primera persona de Cachimoco Farfán, ambos completamente parciales a los Comemuertos, van contando una historia desopilante. A pesar de que el telón de fondo sea la dictadura de Pinochet y el inminente cierre de la salitrera Coya Sur.
Pero tal vez lo mejor sea el manejo del idioma. Chilenismos, neologismos, cultismos y “malas palabras”, propias de la oralidad, se mezclan con bellísimas metáforas. El Fantasista es una novela “fiesta”, originalísima, que atrapa y regocija.


(C) Patricia Rodón

Publicado en Diario UNO, Mendoza, Argentina

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